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El diario del poeta de la muerte (27 de julio–21 de septiembre del 2009)

Foto del escritor: Mauricio Maita HerbasMauricio Maita Herbas

Actualizado: 8 ago 2020



Canto Ensangrentado.

Las oscuras noches de primavera se cubrieron de un manto rojo como la sangre que brota de mis ojos. Y el arrullo de las sombras toca los recuerdos de mi eterna enamorada. Cicatrices que atormentan la cruda existencia de mi alma…

Cada segundo que pasa atraviesa como puñal a mí soberbio corazón que se niega a aceptar tu partida, mi hermosa princesa.

Ya será un año de tu muerte y mi silencio es cómplice del dolor que me aflige… cada vez que pronuncio tu nombre. Sí, tu nombre. Canto de ángeles que se convierte en llanto de mi alma.

Me corté las venas buscando la muerte, besé la boca del Caronte Negro y su dulce hiel se convirtió en lágrimas saladas sobre mi rostro. Su voz se convierte en fuente de vida. Se acerca lentamente. Me mira a la cara, se ríe y me dice: “¡Tú! odioso mortal, ¿me buscas para qué te lleve con tu amada? No hay muestra de amor más grande que dar tu vida por volverla a ver, Pero… se te olvida algo… ¡Soy la muerte…! admirado por todos. Serafín del eterno olvido. Dolor del recuerdo y silencio en el tiempo.

¡Amo el dolor!, ¡el sufrimiento! y las oscuras noches en las que salgo a cargar con la culpa y el pecado de ustedes… ¡Miserables…! Su ambición los lleva a matar, su deseo los lleva a perder lo único que en este mundo les pertenece… su libertad. Ahora eres mi prisionero y por más que tu fin intentes encontrar, ¡no lo lograras! ¡Tú mataste al amor de tu vida, y ahora debes pagar…!”

Después de que la muerte se burla de mi dolor, se aleja, dejándome con el silencio de la noche.

Al palpitar la luna, consumida por las rojas lágrimas, escucho el eco de tu voz en el viento. ¡Sí!, ¡es ella!, mi amada, Evelyn Rosaura… que me dice: “Ven mi amor, aquí te espero; en un jardín de rosas negras como tu alma. Tú me mataste aquella noche de primavera, ahora padezco en el valle del olvido donde la oscuridad reina, la lluvia no refresca, quema. Relámpagos que desprenden su luz sobre mi cuerpo putrefacto que es devorado por los gusanos, y serpientes que trepan por mis piernas. Lagares de sangre hirviendo, jardines con rosas negras que surgen de un desierto de huesos blancos como la nieve.

Oigo su voz, mas me reprocha. Más la oigo gritando y llorando, el corazón se me parte en mil pedazos.

Perdóname mi amada Rosaura, fue mi error lo reconozco, tal vez si no hubiese conducido ebrio esa noche. Tal vez si te hubiese escuchado, tal vez seguirías aquí.

Cada imagen del accidente que llega a mi mente, se convierte en espina que se incrusta hasta lo más profundo de mi corazón como el aguijón de una abeja. Maldigo la primavera en la que te perdí.

Mi vida es un desierto hecho de cenizas y el sol es rojo como la sangre. Calmo mi sed con mis lágrimas, calmo mi hambre con mis carmes.

Me es imposible dormir porque no puedo encontrarte. Me es imposible calmar mi dolor por que te amo.

Te extraño tanto que te imagino aquí a mi lado, por más que lo intento la muerte no consigo, pero a pesar de todo la esperanza no he perdido.

Los días pasan y mi alma tu piel reclama. Al ver la luna yo pierdo la calma. Veo tu rostro y esa sonrisa que dice que aun me amas… y que para siempre serás mi amada.

Los cuervos me arrancaron los ojos mas yo te seguiré buscando. Las cadenas que hoy arrastro son símbolo de mi pecado. Yo te maté, perdóname, ya que no se que hacer.

La esencia de tu perfume se ha vuelto en cálido sentimiento de dolor, mas se desvanece en el viento dejándome en el gélido abrazo del remordimiento. Al cerrar los ojos puedo sentir tu presencia, casi tan imperceptible a la luz de la luna que intrusa yace en mi recamara, proyectando tu figura.

Sus lágrimas, gotas de lluvia que resbalan por mi ventana me despiertan a media noche dejándome impregnado el deseó de acariciar tu piel. Y solo queda tu voz convertido en murmullo del viento.

El tiempo ha pasado, mas mi alma se ha desvanecido bajo el umbral del remordimiento. Escucho venir tus pasos. Te siento pasar por mi puerta, mas al salir, en el aire tan solo encuentro el suave arrullo de tu austera ausencia.

Al vencerme el sueño, tu canto convertido en llanto escucho venir del pantano que mi alma a juzgado por mal oliente y petulante, que en aquel lugar a de ser donde toda una eternidad e de padecer.

Sueño encontrarte en el sendero de luces, mas al buscarte te encuentro entre cizaña que el remordimiento a sembrado.

Del pantano veo crecer un bosque, con árboles podridos y cuervos que se devoran mis ojos.

Más camino y te busco en total oscuridad guiándome con tu voz. Poco a poco se va desvaneciendo, se aleja más y más la razón de mi existencia.

Al despertar te vuelvo a perder. El sol que golpea mi pared, la misma en la que dibujé tu retrato con sangre de mis venas. He hecho de tu nombre un poema y me hecho con tus ropas una muñeca, la he bañado con tus perfumes y hasta la llamo por tu nombre. “Rosaura”.

La llevo a pasear por el parque los domingos por la tarde, esperando la tarde morir y a la luna vencer. Tiene el cabello negro como la noche y los ojos claros como el azul del recuerdo que pinta el cielo.

No es lo mismo, ella no habla, no siente, mas le di un beso en la boca y no responde. Ya se que es de trapo, pero su corazón late.

Ya en el barrio nadie me baja de loco, me dicen “El Muerto”, por que me la paso en el cementerio, llorando y durmiendo sobre tu tumba con una muñeca echa de trapo.

Entre mis manos llevo, algunas veces un ramo de rosas rojas como tus labios, fingiendo una cita, y a lado de tu tumba te las dejo.

Camino con las cartas que me escribiste, presumiendo tu sapiencia, y que de novia tengo una muerta. Se las enseño a todos los que se me cruzan cuando voy hacia el cementerio… Muchas veces con piedras me han corrido.

Tu retrato de memoria me la he aprendido, te dibujo con cenizas, con piedritas y con sangre de mis venas.

Mi madre por las noches llora por que su hijo a una muerta adora. Muchas veces del cementerio me recoge, con su vestido blanco y los pies descalzos. Caminamos por todo el cementerio, llegamos hasta una tumba en el que su nombre se escribe. Me toma de la mano y me dice: “De tu pobre madre te has olvidado y por un mal amor te has castigado. ¿Acaso no vez qué mi alma esta penando, y que si no me traes unas rosas seguiré vagando? En cambio tu amada Rosaura en paz descansa en el eterno dominio de los infiernos.

No importa cuanto llores. La vida su cuerpo ha dejado. Tonto, ¿no vez que estamos muertos? Jamás volveremos a ver la luz del sol, solo nos queda esperar el día del juicio final, hasta entonces deberemos de penar.”

Los días siguen pasando me encuentro solo y llorando. Son las noches el refugio perfecto. Entre sombras y muertos me encuentro en el cementerio.

He conocido a mucha gente, entre ellos a don Jacinto, que me ha contado que a su esposa ha matado, con sus propias manos el corazón le ha arrancado. Y que después un balazo se ha metido.

Pocas veces me he encontrado con el párroco del pueblo, que entre lágrimas me ha confesado, que a niños ha violado, y que ahora por ese pecado está penando.

Doña Marcela, que a sus hijos anda buscando desde aquella vez que su padre se los ha llevado.

El mas joven de entre mis amigos es Beltrán, que a sus doce años conoció el mal. Su hermano mayor le enseño a robar y que una noche por el hambre a una tienda de pan se entro a robar. Todo le salió mal, la alarma sonó y tuvo que disparar, mato al dueño, y por el remordimiento que no lo dejaba en paz, con su vida decidió terminar.

La más joven y hermosa del cementerio es Fernanda, que por su propio padre fue abusada. Ya cansada de tanto sufrimiento, al enterarse de que embarazada estaba… más al contarle la verdad a su madre, de su casa fue echada. Fue al lugar donde el llanto de los niños se convierte en coro de ángeles. Donde la inocencia de un pequeño ser es profanado con instrumentos que ponen fin a la existencia de un nene. Mas todo le salió mal, y una mortal hemorragia la trajo hasta acá.

En éste extraño lugar, donde los muertos me hablan, contándome historias de amor y dolor, de engaños y sueños frustrados, busco y no encuentro a mi adorada Rosaura, que por mas que pregunto y pregunto en todas las catacumbas, nadie la ha visto pasar por acá.

En mis sueños la busco en un frió sepulcro. Escarbando en lo más profundo de mis pensamientos, mas hasta ahora no la encuentro.

El velador del cementerio ha dejado su trabajo por que con las almas yo hablo. Se fue, más algunos rumores escuché por ahí, que se robaba los jarrones de marfil, los marcos de oro y palta de los portarretratos, y una que otra flor de jazmín. Rumores escucho de que su esposa va ha morir, por que el cáncer la consumió por fin… Algunos dicen que es una maldición por el hurto profano a las tumbas de Betty y Martín.

El tiempo sigue pasando y mis huesos se pegaron a mi piel, muy pronto estaré en las filas del averno esperando mi juicio, por que a mi novia he matado.

Mi fin esta cerca, siento el cálido aliento de la muerte mi piel tocar. El suave susurro del viento me pongo ha escuchar y siento que la voz de mi bella Rosaura me llama, invitándome a ese mundo lleno de oscuridad, para que nuestro amor, de luz pueda llenar la eterna oscuridad. Y para que siempre juntos, hasta el fin de los tiempos, podamos estar.

Un manto negro cubre la ciudad el sol no ha salido en tres días. Las lluvias no han dejado de caer. Y ya casi a un año de su partida, el cielo reclama su dolor y quiere verme morir.

Relámpagos de aquí allá. Luces del infierno que martirizan los sentimientos de un loco poeta. Se oyen como risas carretas y el galope crudo de mi corazón. Es la muerte que se pasea por los cielos riéndose de mi dolor. Un rayo que ilumina un rincón de mi habitación mostrándome la guitarra que se empieza a tocar sola, aquella canción que le escribí a mi amada aquella tarde de primavera en la rivera donde la magia del atardecer se apoderó de nuestras almas y nos dejamos vencer por el deseo. Tras un beso intenso la abrasé y acaricié su pelo… y de ahí seguí hasta el anochecer…

¡Ya basta! ¿Qué más quieres de mi repugnante ser? Me torturas noche y día, te agasajas con mi dolor, mas te busco y huyes de mí. ¿Por qué no terminamos con todo esto y me llevas al sepulcro, vil engendro? Si no quieres llevarme, sucia muerte, entonces devuélveme a mi amada. ¿Qué no vez que yo en verdad la amo? Vendería mi alma al diablo por estar tan solo un segundo más con ella. Sentir su piel, el perfume de su voz, secar sus lágrimas con mi pañuelo.

Al dormir y al soñar con ella, cuando estoy apunto de tomar sus pálidas y bellas manos me despiertas con ladridos de perros, el llanto de un bebe… Risas del infierno.

Mañana se cumplirá un año de su partida. Si no se hubiera ido, mañana sería nuestro vigésimo cuarto mes aniversario. Todavía recuerdo aquella tarde de primavera en la que le pedí que mi enamorada fuera. Después de una sonrisa, una mirada y una caricia, me dijo que yo era el amor de sus sueños, y que toda su vida estuvo esperando en mis brazos poder ser feliz.

No puedo más. Esta noche con ella me voy a encontrar. Lo tengo preparado… una botella de vino del noventa y seis, unas velas sobre la mesa iluminaran su mirada, unas copas altas con champaña para comenzar, y al terminar un beso le voy ha dar.

Ya es media noche su llegada con ansias me siento a esperar, la luna entra por mi ventana con luces llenas de esperanza, las nubes negras se desvanecieron bajo el manto cálido del amor. Escucho carretas venir, las campanas de la catedral de San Luís se hacen sentir. Veo por la venta, una carroza oscura adornada con ramilletes de rosas negras se acerca, tirada por corceles negros que llevando en el dintel de su larga crin, atado un pañuelo, rojo como la sangre. Son dirigidos por la misma muerte.

El carruaje se postra a la peana de mí de mi puerta, es mi amada quien baja, vestida de negro con tacones altos; con el pelo suelto, me enamora mucho más. Se acerca; escucho la puerta tirar, sus pasos siento venir a la sombra del portón de mi habitación.

Lentamente abro la puerta, y tomándola de la mano la hago pasar sin decir ni una sola palabra, más solo una nostálgica sonrisa revive el ambiente.

Sus manos frías como el hielo, su cara tan pálida como la nieve del invierno.

La habitación se llenó con su esencia, el cálido aroma de rosas. Le cedí el asiento frente al mío, alzando la copa de champán, y teniendo a la luna de testigo, le juré que nunca más la volvería dejar. Después de un momento encendí la radio, coloqué el compacto que tanto nos gustaba, y nos quedamos toda la noche escuchando a My Chemical Romance. Al llegar el amanecer, cuando el sol estaba apunto de soltar sus lasos de luz, Rosaura se me acercó al oído y me dijo. “ya es hora de partir mi amor, vamos al jardín de los suplicios, del que salí tan solo por que te vi sufrir. Ahora que estoy aquí, conmigo debes de ir. Juntos desde hoy y para siempre.”

Tomándola de la mano salimos de la habitación, y al llegar fuera al carruaje la hice subir, y serrando la puerta, dando media vuelta por el otro lado del al carruaje subí y acercándome a su boca le dije. “por mi dolor te juré, con mis lagrimas te dibujé, y ahora que estas aquí ¿crees que te dejar partir?, por más que al infierno tenga que ir, contigo para siempre yo quiero estar.”

Un beso en la boca le di, entre mis brazos la tomé y con el olor de su perfume me dormí.

El carruaje se puso en movimiento, la tierra su boca abrió y de ella fuego salía. El carruaje en ella entró y una promesa más se cumplió. El amor venció, en las estirpes de mi infierno.

Toda copia parcial o total de la obra sin el permiso expreso del autor, será sancionada conforme dicta la Ley de Derechos de Autor.

Copia realizada en fecha: 21/12/12 de La obra original.

Firma: Maita Herbas Mauricio.

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