La Economía Parasitaria
- Mauricio Maita Herbas
- 30 abr 2024
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 2 may 2024
El Paradigma de la Complejidad Social

En el convulsivo panorama económico contemporáneo, emergen constantemente nuevas formas de intercambio que desafían las estructuras tradicionales. Una de estas manifestaciones es la denominada "economía parasitaria", un término que hace referencia a actividades que, si bien no son reconocidas legal o moralmente, se han convertido en métodos comunes para la generación de ingresos, a través de la naturalización.
La economía parasitaria es un fenómeno socioeconómico caracterizado por su naturaleza subterráneo y su tendencia a operar al margen de la regulación estatal. Estas actividades suelen llevarse a cabo sin el conocimiento o consentimiento de las partes afectadas, lo que plantea serias cuestiones éticas y legales. Tal como señala Castells (2000), la falta de control y gobernanza sobre estos ámbitos "promueve un tipo de comportamiento oportunista y predatorio que socava la cohesión social y la legitimidad del sistema económico".
Uno de los rasgos distintivos de esta economía parasitaria es su vínculo de dependencia con instituciones financieras internacionales, como el Fondo Monetario Internacional o a través de la solicitud de créditos. Esta relación de subordinación se extiende al ámbito productivo, donde se observa una marcada inclinación hacia la importación de bienes para satisfacer la demanda interna, en detrimento de la producción local. Asimismo, la explotación intensiva de los recursos naturales se presenta como una práctica común, lo que contribuye a la vulnerabilidad económica de los países afectados (Stiglitz, 2002).
Si bien la corrupción no puede considerarse un factor determinante, de manera aislada, es un elemento recurrente que agrava la situación. La falta de un marco legal adecuado y de controles efectivos para estas prácticas económicas parasitarias da lugar a vacíos legales que perpetúan el ciclo de dependencia y explotación (Acemoglu y Robinson, 2012).
Otro aspecto relevante es el denominado "factor de subsistencia parasitaria", que refleja la realidad de comunidades y sectores que, ante la ausencia de alternativas viables, optan por actividades económicas parasitarias como medio de supervivencia. Tal como señala Portes (1994), en contextos de profunda desigualdad y exclusión, estas formas de economía informal se convierten en una estrategia de adaptación de los grupos más vulnerables.
La economía parasitaria, lejos de ser un fenómeno aislado, engendra una compleja red de problemáticas sociales interrelacionadas. Entre estas, destacan el desempleo, la explotación laboral, la divergencia en las condiciones de trabajo y la adopción de modelos económicos insostenibles, como los esquemas piramidales (Castells y Portes, 1989).
Uno de los factores característicos de esta economía parasitaria es la creciente naturalización de sus prácticas por parte de la sociedad. Así, el contrabando, inicialmente una actividad marginal, se ha convertido en una práctica normalizada y descontrolada. La compra de productos robados, como teléfonos celulares, se ha convertido en un comportamiento común, fomentando la delincuencia y el crecimiento del mercado ilegal (Centeno y Portes, 2006).
Estas prácticas parasitarias, lejos de ser meros actos aislados, reflejan una adaptación preocupante a condiciones socioeconómicas adversas. Un ejemplo palpable es la modificación de vehículos de transporte público para incrementar su capacidad, sacrificando la seguridad y la dignidad humana al tratar a los pasajeros como mera mercancía (Portes y Haller, 2004).
Otra manifestación preocupante de la economía parasitaria se observa en la comercialización de animales. Si bien esta práctica se ha normalizado y aceptado en muchos contextos, en realidad reproduce las mismas dinámicas de explotación y deshumanización características de la "economía parasitaria". En este ámbito, los animales son tratados como simples mercancías, siendo transportados y comercializados en condiciones deplorables, sin acceso adecuado a agua, alimento o espacio.
Amontonados y apilados, muchos de estos animales llegan enfermos o son sacrificados de manera cruel, sin el menor respeto por su bienestar y dignidad (Fròmmel y Skipper, 2018). Este lucrativo negocio, que opera al margen de una regulación efectiva, refleja el predominio de la búsqueda de ganancias rápidas por sobre consideraciones éticas o de responsabilidad social. De este modo, la comercialización de animales se erige como otro ejemplo de cómo la "economía parasitaria" se ha arraigado en la sociedad, naturalizando prácticas que atentan contra la vida y el sufrimiento de los seres vivos (Akhtar, 2012).
Otra manifestación preocupante de la economía parasitaria es la proliferación de los denominados modelos de "trabajo independiente", que en realidad encubren relaciones de explotación laboral (Huws, 2016). Bajo el atractivo eslogan de "sé tu propio jefe", se promueven empleos precarios, carentes de derechos laborales y seguridad social, donde los trabajadores asumen todos los riesgos mientras que las empresas obtienen beneficios sin asumir responsabilidades (Lehdonvirta, 2018).
Esta situación contribuye a la divergencia en las condiciones de trabajo y genera una falsa ilusión de autonomía entre los trabajadores, cuando en realidad se trata de formas encubiertas de subordinación (Bajwa et al., 2018).
Asimismo, las estafas y extorsiones digitales se han convertido en una práctica cada vez más extendida en el marco de la economía parasitaria. Delincuentes cibernéticos aprovechan el desconocimiento de la población para engañarlos y robarles a través de diversos métodos, como el phishing, el ransomware o los fraudes con criptomonedas (Leukfeldt y Yar, 2016). Estas prácticas se basan en la vulnerabilidad de las personas y la falta de educación financiera, generando graves perjuicios económicos que pueden afectar seriamente el bienestar de los individuos y las comunidades (Dupont, 2019).
Las estafas piramidales son un ejemplo paradigmático de la actividad económica parasitaria. Estos esquemas “Ponzi” dependen de la captación constante de nuevos miembros que aporten dinero, sin generar un valor real o sostenible en el tiempo. A medida que la pirámide crece, los primeros en ingresar se benefician a costa de los últimos en llegar, quienes suelen perder irremediablemente su inversión (Dreyfus, 2013). Tal como señala Fitzpatrick (2016), estos modelos proliferan especialmente en épocas de crisis económica, aprovechándose de la desesperación de las personas por conseguir ingresos rápidos, aunque sea a través de medios fraudulentos.
En definitiva, la economía parasitaria, con actividades como la prostitución y el narcotráfico, se ha arraigado en la sociedad hasta el punto de ser percibida como una norma. Esta aceptación tácita de prácticas ilícitas y moralmente cuestionables no solo refleja una crisis económica, sino también una crisis de valores que requiere una reflexión profunda y una respuesta colectiva (Sassen, 1998).
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Redacción: Mauricio Maita Herbas
Resumen del ensayo: Economia Parasitaria - El Paradigma de la Complejidad Social
Imagen: PresenciaIA -Cristalia Editorial

Referencias:
Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2012). Why nations fail: The origins of power, prosperity, and poverty. Crown Business.
Castells, M. (2000). The rise of the network society (Vol. 1). Blackwell Publishers.
Castells, M., & Portes, A. (1989). World underneath: The origins, dynamics, and effects of the informal economy. In A. Portes, M. Castells, & L. A. Benton (Eds.), The informal economy: Studies in advanced and less developed countries (pp. 11-37). Johns Hopkins University Press.
Centeno, M. A., & Portes, A. (2006). The informal economy in the shadow of the state. In P. Fernández-Kelly & J. Shefner (Eds.), Out of the shadows: Political action and the informal economy in Latin America (pp. 23-48). Pennsylvania State University Press.
Portes, A. (1994). The informal economy and its paradoxes. In N. J. Smelser & R. Swedberg (Eds.), The handbook of economic sociology (pp. 426-449). Princeton University Press.
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Fròmmel, D., & Skipper, L. (2018). The Animal Welfare Challenge in the Global Meat Complex. Journal of Agricultural and Environmental Ethics, 31(1), 67-84.
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