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Los pequeños detalles, hacen grandes diferencias.

Foto del escritor: Mauricio Maita HerbasMauricio Maita Herbas

Nota editorial por M. M. H. (Plaza de las banderas-cosplay-2019)


Tal vez fue la sonrisa de aquel personaje de ficción que se pone verde cada vez que se enoja la que llamó mi atención. No por lo verde o por el exuberante relleno de aquel disfraz, exagerando la musculatura del infante; tal vez sólo su sonrisa, ya que en todas las películas en las que lo he visto, no suele sonreír con aquella intensidad contagiosa.


Todos aquellos llamados “Frikis” se habían reunido en la Plaza de las Banderas para organizar un desfile que no duró más de veinte a veinticinco minutos, algunos con trajes nuevos que habían preparado especialmente para el evento, otros por la premura circunstancial, sólo con lo reciclado de algún acontecimiento pasado.


Todos los héroes de las películas, personajes de algún “anime japonés” y alguno que otro personaje secundario de historieta, salieron a la calle, gritando, cantando fragmentos de himnos inmortales, rememorando el paso del tiempo en aquellos que miraban con beneplácito tal acontecimiento.


Entonces pensé: No, no tiene el súper poder de volverse verde y aplastar la ciudad con sólo un pulgar; aquel otro, tiene capa pero no puede volar como Súpeman; y el de la moto… si en este momento le pasa por encima un camión, estoy seguro que no podría regenerarse como “DEAD POOL”


Fue en ese momento que me di cuenta que todos ellos tenían el mismo súper poder, el de hacer sus sueños realidad. Tienen el súper poder de no sentir vergüenza y amar lo que hacen. Tal vez si podríamos parecernos un poco más a ellos, nos lamentaríamos menos y reiríamos un poco más aunque fuera por poco.


No son los grandes ni pomposos acontecimientos los que llenan nuestra vida, ahora estoy seguro que son los pequeños acontecimientos los que la llenan, los pequeños detalles que le dan sentido a nuestra efímera existencia.


 

Frases:


“Y sentía frío, mucho frío. Tanto que mis huesos se congelaban, y mi piel se convertía se desmigajaba como polvo. Tanto que mis lágrimas se congelaban sobre mis párpados. Mis latidos se detenían… pero aún así, aquel frio no era nada con, comparado con tu distante indiferencia.”


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